De las palabras a los hechos

ALEGORÍA-A-LA-DIOSA-TEMIS-AL-INGRESO-DEL-PALACIO

Alegoría de la diosa Temis en la vidriera que ilumina el vestíbulo de acceso a la Corte Superior de Justicia de Bolivia.

Dice una de esas perlas del refranero popular que “por la boca muere el pez”. Mi madre, que también atesora una valiosa dosis de sabiduría ancestral, maneja una versión un tanto más prosaica: “eso te pasa por bocazas”. Sea como fuere, el caso es que después de muchos años de teorizar sobre la imprescindible reconstrucción del Poder Judicial para adecuarlo a las necesidades de la moderna sociedad española alguien me ha retado a hablar menos y hacer más. Y no he podido decir que no. El desafío es pasar de las palabras a los hechos, abandonar el parapeto de la pantalla del ordenador para encharcarme en labores ejecutivas en una administración de justicia concreta. Desde hace unos días dirijo el Gabinete Técnico de la consejería de Justicia de un gobierno autonómico. Y eso tiene sus consecuencias.

En primer lugar, me obliga a ser coherente conmigo mismo. Desde hace años pontifico sobre la responsabilidad de dos de los poderes del Estado, el Ejecutivo y el Legislativo, en la debilidad endémica del tercero, el Judicial. Y en muchos casos he denunciado o sugerido o insinuado que se trata de una anemia inducida por gobiernos y parlamentos a los que les interesa un Poder Judicial endeble, con escasa fuerza para defender los derechos de los ciudadanos frente a su actuación, frente a sus desmanes.

Mi compromiso ahora consiste en poner mi parte de cuota en el esfuerzo necesario para revertir esa situación y conseguir que una administración autonómica catalice el impulso para que los juzgados, tribunales y fiscalías de su territorio puedan prestar el mejor servicio público a los ciudadanos. Ese es el objetivo, y no valen excusas manidas  como la falta de recursos financieros o la dificultad de modular el ordenamiento jurídico en vigor; cuando era espectador casi nunca las creí, lo que me impedirá ahora recurrir a ellas para justificar errores y carencias.

La perspectiva me abruma e ilusiona a partes iguales. Y me apena, porque una dolorosa secuela es que me obliga a colgar el cartel de cerrado por trabajo en Vista Pública; también tendré que alejarme del Faro de Temis, su espejo desde hace unos meses en cuartopoder.es, experiencia que me ha resultado breve pero gratificante. Creo que el ocupar un cargo público me inhabilita para mantener abierto estas bitácoras porque cualquier lector tendrá derecho a dudar qué intereses defienden a partir de ahora mis opiniones. Estas seguirán siendo tan libres como hasta la fecha, pero nadie tiene por qué hacer un acto de fe cada vez que tenga la amabilidad de detenerse a leerlas.

He de confesar que siempre renegué del denominado periodismo ciudadano, o el de blogueros, tan en auge ahora. Siempre he defendido que el periodismo es cosa de profesionales, organizados en redacciones, a sueldo de empresas editoras conscientes de su papel, su responsabilidad, su función social. Pero este año de vida de vistapublica.org y sobre todo estos meses de compartir andanzas en cuartopoder.es han hecho tambalear un tanto ese planteamiento. En ese lapso he podido leer en las virtuales páginas de ese diario digital piezas de algunos blogueros que destilan periodismo del bueno, del mejor, de ese que desde hace demasiado tiempo añoro en los medios de comunicación convencionales. Y he disfrutado de firmas ajenas a la profesión periodística que me gustaría exhibir como ejemplo a montones de becarios mal formados y peor pagados que hoy se adocenan en tantas redacciones desnortadas.

Rara avis en el panorama periodístico español, cuartopoder.es es un medio libre cuyos responsables solo exigen, a quienes aquí alojamos nuestros textos, actualidad, calidad, honestidad, y no siempre en ese orden. Al menos, en mi caso así ha sido y me consta que es opinión compartida por otros autores con los que he tenido el privilegio de compartir menú desplegable bajo la cabecera del medio.

Aunque es un recurso que ya utilicé en Vista Pública, es la primera vez que utilizo la primera persona del singular en ese desmadejado conjunto de reflexiones que se almacenan en el desván del Faro de Temis. Y desearía que no sea la última. Cuando concluya mi nueva aventura, me gustaría que los sabios rectores de cuartopoder.es me permitan volver a transitar aquel paraje para recuperar sensaciones que a buen seguro voy a añorar. Y también para rendir cuentas, en primera persona.

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